jueves, 23 de enero de 2014

Territorio Comcaac: Patrimonio de un pueblo cantor

Territorio Comcaac: Patrimonio biocultural
de un pueblo cantor



Por Jesús Ernesto Ogarrio Huitrón
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Cuando se habla o se escribe acerca de patrimonio biocultural, y la reflexión intenta ser más significativa en la época de la crisis civilizatoria, es justificable decir que todo el planeta es el patrimonio biocultural de la humanidad. Una definición así, para la construcción de una nueva conciencia a cerca del territorio global, donde los saberes milenarios de los pueblos indígenas, ayuden más, que las eutopías del desarrollo y la modernización, a cumplir aquel viejo sueño del bien común y revertir el deterioro social.
Dejando un poco aquel viejo sueño, el tema de los bienes naturales y el patrimonio cultural en su diversidad de recursos, prácticas y cosmovisiones, puede ser entendido bajo las características conceptuales de patrimonio biocultural. No obstante, para enriquecer y profundizar en el concepto, el factor territorial como un espacio de análisis, es una herramienta fundamental para entender la naturaleza de las identidades colectivas. Observar al territorio como el espacio de esas identidades, en donde se construyen sentidos, y el orden de significados contenidos en las lenguas indígenas, como complejos sistemas simbólicos basados en la tradición milenaria de la oralidad.
Para dar un buen ejemplo, a propósito del título del presente artículo, la tradición lírica del cmiique iitom o lengua Comcaac, su expresión verbal, el canto, va más allá de las formas convencionales de apropiación social de la naturaleza, ésta es, una forma de comunicarse con las plantas, los vientos y las aves, de navegar los mares y las estrellas, de curar enfermos, de cazar animales, de celebrar la vida y el amor, de cantar y contar batallas y mitos, es el eco de la voz de sus ancestros.
La región biocultural donde se ubica el territorio Comcaac, pertenece a la zona árida de Sonora, distribuidos en los asentamientos de Punta Chueca, municipio de Hermosillo y Desemboque, municipio de Pitiquito. Mar y desierto conforman sus dominios, 211 000 ha., en territorio continental y la Isla del Tiburón, y aproximadamente cuentan con 100 Km. de litoral marino en el Canal del Infiernillo.
Su historia, una lucha territorial de gran significado, su  primer encuentro con la Compañía de Jesús (s. XVII), fue el punto de inflexión en la forma de entender sus dominios. Bajo la lógica territorial de las antiguas bandas Comcaac, la lucha y resistencia frente al nuevo invasor, fue la defensa de su forma de vida trashumante en oposición a la tradición urbana románica de los jesuitas del mediterráneo. El agravio a su territorio, significó un agravio a su identidad, y a partir de la invasión jesuita, los levantamientos armados han sido parte de su historia, donde la desventaja numérica nunca se convirtió en un factor para abandonar la lucha.
Para el siglo XIX el desarrollo de ranchos agrícolas, y la fundación de la ciudad de Hermosillo, trajeron consigo grandes transformaciones territoriales. Los Comcaac fueron desplazados de sus antiguos dominios. Ya a principios del siglo XX, el desarrollo agrícola capitalista, traía consigo la tecnología para adaptar los suelos e incrementar la productividad de la tierra, lo que significó el comienzo del despojo de grandes extensiones de territorios sagrados. Frente a estos hechos los Comcaac, reaccionaron aguerridamente arremetiendo contra los ranchos. Lo cual desató la última oleada de exterminio oficial, donde se brindó apoyo militar a los rancheros de Sonora, y así poner un alto final a la resistencia indígena, dejando pocos sobrevivientes.  
Y fue hasta 1970 cuando el entonces Presidente Luis Echeverria, les reconoce como propietarios, de una de parte de su antiguo territorio, y en 1975 se les da la concesión de la Isla de Tiburón como propiedad comunal. El territorio entendido ahora, como reserva natural y refugio de la fauna silvestre y aves migratorias. Los Comcaac hasta la fecha preservan sus actividades tradicionales de la pesca y la cacería, no obstante, bajo el régimen y legislación institucional. Dichas actividades se han resignificado a partir del factor mercantilista y la tecnificación y modernización de las prácticas de extracción de bienes naturales. Los Comcaac de hoy han desarrollado un complejo orden de adaptación a las normas y prácticas propias del modelo desarrollista. La complejidad de su cultura y tradiciones, en un proceso de cambio y continuidad, se convierten en un tema para el debate en diversos planos de análisis.
Pese a la parcial extinción de un pueblo milenario, la defensa histórica del territorio Comcaac, adquiere un poderoso valor simbólico cuando las identidades y formas de vida se ven agraviadas en su esencia más profunda. Luchan cuando ven en peligro, no sólo sus formas y medios de subsistencia, sino su base, el origen cósmico de su cultura, de su territorio, de ese complejo sistema de conocimientos y creencias. En su lengua está su saber, pero también en los espacios, conocimientos situados en lugares mágicos, en donde hay sabiduría, en donde hay refugio, en donde hay cantos. La construcción de sentidos a través del lenguaje, las prácticas y conocimientos desarrollados a partir del territorio son formas de vivir y entender la vida, y que con el paso del tiempo adquieren un poderoso valor simbólico.  
La noción de territorio intenta superar el carácter discursivo del concepto de patrimonio biocultural que se construye bajo los criterios de la vida silvestre y de las culturas ancestrales, si bien ha obtenido pequeños avances en materia de conservación ambiental, actualmente en México, es una verdad ecológica y socialmente incomoda, el incremento de profundas reformas políticas y estructurales. El expansionismo territorial del capital está extendiendo sus dominios hacia aquellos pueblos y espacios socialmente significados donde abundan las tierras fértiles y la diversidad cultural.
Detrás del patrimonio biocultural del pueblo Comcaac, hay una larga historia de luchas y resistencias en disputa por su territorio. Luchas y resistencias que valdría la pena nunca olvidar. Elementos del pasado y su valor significativo en la defensa de los territorios y de la dignidad de los pueblos para hacer frente a los retos de hoy, para su conservación práctica en la reproducción de la vida. Las nuevas territorialidades emergen de nuevos agravios para enfrentar a las empresas y gobiernos contra el impulso de fuertes procesos de acumulación y despojo.



                  

      

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